—Hace ya tres meses, ¡tres meses!, que te encargué unos pantalones, ¿y todavía no los has acabado? No lo entiendo... Dios creó el mundo en seis días, ¿y tú no eres capaz de hacer unos pantalones en tres meses?
El sastre lo miró con conmiseración y le respondió:
—Tienes razón... Pero hazme un favor. Observa el mundo y ahora observa mis pantalones.
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