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      viernes, 16 de noviembre de 2018

      EL ERIZO (Bernardo Atxaga)


      El erizo despierta al fin en su nido de hojas secas,
      y acuden a su memoria todas las palabras de su lengua,
      que, contando los verbos, son poco más o menos veintisiete.

      Luego piensa: El invierno ha terminado,
      Soy un erizo, Dos águilas vuelan sobre mí;
      Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
      ¿En qué parte de la montaña os escondéis?
      Ahí está el río, Es mi territorio, Tengo hambre.

      Y vuelve a pensar: Es mi territorio, Tengo hambre,
      Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
      ¿En qué parte de la montaña os escondéis?

      Sin embargo, permanece quieto, como una hoja seca más,
      porque aún es mediodía, y una antigua ley
      le prohibe las águilas, el sol y los cielos azules.

      Pero anochece, desaparecen las águilas, y el erizo,
      Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
      Desecha el río y sube por la falda de la montaña,
      tan seguro de sus púas como pudo estarlo
      un guerrero de su escudo, en Esparta o en Corinto;

      Y de pronto atraviesa el límite, la línea
      que separa la tierra y la hierba de la nueva carretera,
      de un solo paso entra en su tiempo y el mío;
      Y como su diccionario universal
      no ha sido corregido ni aumentado
      en estos últimos siete mil años,
      no reconoce las luces de nuestro automóvil,
      y ni siquiera se da cuenta de que va a morir.


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