Entrada al azar

sábado, 6 de octubre de 2018

Y SABÍAN DÓNDE ESTABA EL ENCHUFE (José Luis Piquero)


Los hombres que vinieron a arreglar la nevera.
Tan fuertes, y sabían dónde estaba el enchufe.
Sólo hablaban lo justo: frases que no se aprenden en la universidad.
Se le había parado el corazón.
Sus ojos escrutaban, comprendían
su corazón de máquina. Y hacían malabares con las manos.

Qué precisión. Uno nunca sabría ser tan fuerte y tan claro ni decir cosa alguna de interés.
Me odiarían. Son demasiados libros. Y demasiado pijo. Por todo el mundo hay gente
con algo que decir. Sólo yo estoy muy lejos, no sé dónde.
Y me muero de miedo ante la gente que hace cosas útiles.
Yo no hago nada útil.

Así que huyo a mi estudio, lleno de los poemas, los recuerdos
que me llevan matando desde los veinte años.
Me acuerdo de la chica, por ejemplo, que bailaba de noche ante una hoguera
y de nosotros mismos bañándonos desnudos.
Eones han pasado,
y ahora soy un extraño, un eremita.
Alguien está viviendo en mi lugar.

Y mientras tanto arreglan la nevera, y se marchan por fin,
porque tendrán que hacer otro milagro en alguna otra parte.
Y yo me quedo aquí con lo que soy,
como si todos esos libros
fueran a devolverme lo que fui,
una especie de magia.
No consigo fijar en la memoria
las caras y los cuerpos de los que nos bañábamos.
No me acuerdo de nada y, sin embargo,
no poder olvidar algunas cosas, eso es mucho peor.

No me retengas.
Hay algo que me espera en algún sitio, pero aún no sé qué es.
Y no son los poemas, y no es mi juventud.
Es algo útil.

Como poner en marcha
un corazón parado dentro de un cuerpo frío.


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