Entrada al azar

martes, 26 de febrero de 2019

ANAMNESIS (Pedro Martínez)


Era el límite de mi territorio, bajaba la ría, melancólica y oscura, entonces todavía volaban gaviotas sobre las aguas revueltas. Por poco dinero, Nazario y Txomin cruzaban en sus barcas a los pasajeros de una a otra orilla.

Esperaba a Carmen sentado en un banco junto a las escalerillas. Cuando llegaba, sin decir nada, me ponía a su lado y en ese breve trayecto apenas nos mirábamos. Luego ella seguía por la alameda, con sus libros bajo el brazo, yo iba al taller.

Un día le di los buenos días, me contestó y desde entonces hablábamos, no demasiado, sobre los Beatles, sobre los hippies, cosas de entonces.

Otro día le di la mano para ayudarla a subir a la barca y ya no se la solté. Tampoco me la soltó ella cuando llegamos al otro lado. Así caminamos durante semanas.

Era junio, aquel día vino con su padre, un señor alto y serio. Al llegar a mi lado me dijo, amenazante, nunca más, ¿te enteras? Solo eso, sin más explicaciones. Era viernes y el trabajo se me hizo interminable.

Carmen no volvió a cruzar la ría sobre la barca de Nazario.

Me duró hasta septiembre, me ahogaba sin verla, aquel verano ni siquiera fui a la playa.

Luego supe que a su padre le habían destinado a Burgos y ahí terminó mi espera.

Fue justo el día antes de conocer a María Jesús.

Bien, vuelva el jueves a la misma hora– dijo él.

Perfecto, gracias- dije.

Y me fui.

Aquello era absurdo, no volví a la consulta.

Tampoco estoy curado.


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