Entrada al azar

domingo, 21 de julio de 2019

SIN 22 (Billy MacGregor)


Tenía Delfina desde entonces -iba a ser mecanógrafa Delfina-
aquellas zapatillas de pelo de botella con forma de conejo y color avellana por las que, más adelante
sería gravemente penalizada en un concurso radiofónico donde había que pronunciar la palabra submarino sin abrir la boca.
Que los zapatos le hacían nudo en la garganta y que por eso al ras del suelo flotando toda como un barco, decía, o
te preguntaba ¿está usted triste? Yo tuve siete vidas, pues
-te contaba- y
ninguna
me sirvió para nada.
Ahora estoy muerta, claro. Por eso me sonrío. No sabe usted
-soltaba un suspirito-
qué poco cuesta muerto ser feliz.
Y un hacha en la cabeza.
Tres hijos en bolsas de plástico.
La mordedura de la mamba en la carótida.
Se quedó su vestido de flores de alhelí. Para estar guapa muerta.
Se puso sombradeojos, pintalabios y un lazo en una trenza de organdil, muy azul.
Detrás de la orejas se puso una semilla de jazmín. Para oler a recién.
Y como en los semáforos la gente tampoco pudo verla
se colaba Delfina en la casa por los ojos de los gatos
por el grifo del lavabo
por debajo de la puerta, y ni así, le contestaba nadie; sí, Delfina, sí, la casa sigue en pie, y los retratos y a los pies de la cama, el baúl con la ropa de invierno.


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