Entrada al azar

miércoles, 3 de junio de 2020

LA PALABRA Y LA MOSCA (René Daumal)


Un mago tenía la costumbre de divertir a su público con este pequeño truco. Habiendo ventilado bien la habitación y cerrado las ventanas, él se inclinaba sobre una gran mesa de
caoba y pronunciaba cuidadosamente la palabra "mosca". E
inmediatamente una mosca aparecía trotando sobre la mesa,
probando el barniz con su pequeña probóscide y frotando entre
sí sus patas delanteras como no importa cuál mosca natural.
Entonces, de nuevo, el mago se inclina sobre la mesa y pronuncia de nuevo la palabra "mosca". Y el insecto caía de espaldas, como si lo hubiese alcanzado un rayo. Mirando
el cadáver a través de una lupa, uno podía ver tan solo una
carcasa vacía, sin ninguna víscera, sin vida, sin luz alguna en
sus ojos facetados. El mago miraba a sus invitados con una
modesta sonrisa, buscando sus elogios, que ellos entregaban
con cierta desgana.


Siempre he pensado que este era un truco bastante pobre. ¿Adónde conducía? Al principio no había nada, y al final había
un cadáver de mosca. ¡Qué gran avance! Todavía había que
desembarazarse de los cadáveres -aunque había una admiradora del mago que las coleccionaba, cuando podía recogerlas
sin ser notada-. Uno esperaba una tercera declaración de la palabra "mosca" que hiciese desaparecer el cadáver de la mosca
sin un rastro; de ese modo las cosas hubiesen quedado igual
al final que al comienzo, excepto en nuestras memorias, que
ya se encuentran obstruidas sin eso.

Debo precisar que se trataba de un mago mediocre, un fracasado que, habiendo probado su mano para la poesía y la filosofía sin demasiada suerte, transfirió sus ambiciones al arte
de las maravillas; y aun ahí, no logró gran cosa.



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