Entrada al azar

viernes, 20 de septiembre de 2019

PARKER INVENTA SU VIDA (Pedro Martínez)


Parker no tiene demasiada imaginación.
Por eso desde la cama inventa su propia vida.
O lo intenta.
Desde el principio.
Sin duda mezcla lo que fue y lo que no, algo sale en limpio.
Se miente lo suficiente para no ser aburrido, incluso a veces encuentra la poesía que hace que merezca la pena su búsqueda no prescrita, su búsqueda.

Quiere contarse una infancia feliz, quiere que el recuerdo de su infancia sea de felicidad; lo fue, así lo siente en lo más hondo de la memoria de su alma.


Puede acogerse al cariño de su numerosa familia del que solo excluye a una prima lejana que abusó de su candor cuando tenía apenas ocho años. También los juegos con los primeros amigos en la calle o entre los helechos de los montes de alrededor de un barrio que era acogedor, protector, estricto, con una moral abrasadora para algunas cosas y demasiado tolerante con otras, visto desde hoy, un absurdo.

Se abriga en el amor inmenso de su madre, en el de sus dos abuelas, incluso en el de la bisabuela que conoció. Lo de los hombres, su padre, sus abuelos, era otra forma de amor. Luego estaba lo de sus muchas tías y tíos, jóvenes, todos aún solteros, le cuidaron y le enseñaron, le quisieron, cada uno de diferente manera, ellos estaban empezando su propia vida.

Tanto amor no quiere decir que Parker no guarde momentos tristes, no, tiene sobre todo uno perfectamente ordenado, clasificado, sabe qué ocurrió, quién fue, quiénes fueron, les ha perdonado, incluso a lo largo de su vida ha tenido relación con los autores. Quizá otros no recuerden, él sí, no es rencoroso pero tiene memoria, quiere aclarar aquella muerte que le obsesiona, que le desvela, que a pesar del tiempo transcurrido vuelve una y otra vez a su cabeza, le atormenta.

No se atreve y por eso desde la cama recurre a la imaginación.
Ni más ni menos.

Cuéntanos, Parker, cuéntanos.


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