Escondido detrás de un sofá esperó la llegada de la diva, a eso de las dos de la mañana. En su casa, nadie lo estaría echando de menos, y quizá hasta lo congratularan el día de su boda con Britney Spears y quizá no, porque ya se sabe que las familias desean para uno todo lo contrario que uno desea para uno mismo. Para ese asunto, él llevaba un cintillo con un diamante, el que su padre regalara a su madre. La estrella del pop entró a las risotadas, y era bellísima, una mujer de ensueño, según las revistas acababa de cumplir 19 años y era de Acuario: claro, el mejor signo del zodíaco. Se quitó la blusa sin aspavientos y Kovac no pudo evitar sentir la picazón en la entrepierna; se hubiera abalanzado sobre Brittany en ese momento para hacerla suya si no hubiera querido que ella lo tachara de entre la lista de sus pretendientes por ser un asqueroso y un pervertido del montón. En esa posición tan incómoda agazapado detrás del sofá, los ojos fijos en el reloj buchanan idéntico al del segundo piso, Kovac esperó. La diva se sentó frente al tocador y de una caja sacó toallitas demaquillantes que se pasó largo sobre la cara, hasta dejarla blanca como un pote telgopor sin helado dentro. Buscó el cepillo rené furterer y en lugar de cepillarse el cabello, se quitó el cabello y cepilló su peluca; vamos, hay que decirlo, de la impresión Kovac tuvo que ahogar un grito. Así que la chica era calva, sin duda era una desilusión, sin embargo, ¿qué desilusión no hay que atravesar para vivir el amor verdadero?, y por eso Kovac no dio marcha atrás para realizar sus deseos, y además era bien probable que la cantante padeciera alguna enfermedad como el cáncer y estuviera sometida a quimioterapias que en las revistas no se comentaban para que a ella no le mermara el trabajo y ya no la contrataran para los grandes recitales por todo el vasto mundo. Claro que sí, se compadecía de ella y la amaría hasta el final, se dijo. Es lo que cualquiera de nosotros se hubiera dicho frente al amor de su vida; el problema fue cuando sentada al tocador y tarareando bajo uno de sus hits, la vio sacarse lentamente los ojos. Los desenroscó, primero uno y luego el otro, y su cara quedó con dos cuencas vacías.
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Entrada al azar
martes, 7 de enero de 2020
KOVAC (Patricia Suárez)
Escondido detrás de un sofá esperó la llegada de la diva, a eso de las dos de la mañana. En su casa, nadie lo estaría echando de menos, y quizá hasta lo congratularan el día de su boda con Britney Spears y quizá no, porque ya se sabe que las familias desean para uno todo lo contrario que uno desea para uno mismo. Para ese asunto, él llevaba un cintillo con un diamante, el que su padre regalara a su madre. La estrella del pop entró a las risotadas, y era bellísima, una mujer de ensueño, según las revistas acababa de cumplir 19 años y era de Acuario: claro, el mejor signo del zodíaco. Se quitó la blusa sin aspavientos y Kovac no pudo evitar sentir la picazón en la entrepierna; se hubiera abalanzado sobre Brittany en ese momento para hacerla suya si no hubiera querido que ella lo tachara de entre la lista de sus pretendientes por ser un asqueroso y un pervertido del montón. En esa posición tan incómoda agazapado detrás del sofá, los ojos fijos en el reloj buchanan idéntico al del segundo piso, Kovac esperó. La diva se sentó frente al tocador y de una caja sacó toallitas demaquillantes que se pasó largo sobre la cara, hasta dejarla blanca como un pote telgopor sin helado dentro. Buscó el cepillo rené furterer y en lugar de cepillarse el cabello, se quitó el cabello y cepilló su peluca; vamos, hay que decirlo, de la impresión Kovac tuvo que ahogar un grito. Así que la chica era calva, sin duda era una desilusión, sin embargo, ¿qué desilusión no hay que atravesar para vivir el amor verdadero?, y por eso Kovac no dio marcha atrás para realizar sus deseos, y además era bien probable que la cantante padeciera alguna enfermedad como el cáncer y estuviera sometida a quimioterapias que en las revistas no se comentaban para que a ella no le mermara el trabajo y ya no la contrataran para los grandes recitales por todo el vasto mundo. Claro que sí, se compadecía de ella y la amaría hasta el final, se dijo. Es lo que cualquiera de nosotros se hubiera dicho frente al amor de su vida; el problema fue cuando sentada al tocador y tarareando bajo uno de sus hits, la vio sacarse lentamente los ojos. Los desenroscó, primero uno y luego el otro, y su cara quedó con dos cuencas vacías.
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